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"Mi vida en fragmentos"…

  • Foto del escritor: Mirian Milillo
    Mirian Milillo
  • 11 oct 2022
  • 11 Min. de lectura

Actualizado: 24 ene

Hace muchos años, me doy cuenta hoy por hoy, vivía la vida con mucha preocupación, con pensamientos que no identifiqué hasta pasado el tiempo.

Era estricta e inflexible en ellos, pensaba todo el tiempo en cómo debía actuar, porque algo hacía mal para recibir rechazo.


El rechazo lo percibía no solo si alguien se alejaba de mí y podía dejarme hablando sola, sino que, desde muy niña, escuché de la boca de la mujer que me crio, de quien se suponía debía llamarla “madre”, que deseaba abortarme cuando estaba embarazada de mí. No lo dijo una sola vez, lo reiteró en varias oportunidades y por más que traté de contextualizar, tiempo después, de por qué me hacía ese daño, no pude porque a eso se le sumaron varias palabras más y actitudes.


Recuerdo vivamente a ella diciéndome “adoptada” y cambiándome el nombre incluso llamándome con nombre de varón, en medio de la nada cuando su odio salía a flotar por el ambiente, cual fantasma o demonio suelto.

Sus palabras no necesitaban tener un contexto, no era porque yo hiciera algo para hacerla enojar.


Eso es lo que sienten miles de mujeres que conviven con un hombre psicópata y las hacen no solo sentir menos, sino que las despersonalizan y hacen creer que ellos actúan así por culpa de ellas. Necesitan a su presa fácil de digerir como un lobo y ella era eso para mí. Le temía tanto que me paralizaba frente a ella y podía llorar con desesperación y ahí, es cuando me gritaba:” anda a encerrarte en la pieza y hasta que no se te salgan todos los demonios, no salgas", generó muchas de mis crisis y las pasé sola....


Podemos contextualizar históricamente que a los niños que nacían y mostraban conductas inapropiadas se los llamaban malos u demonios, pero nunca justificar.


Ellos sabían que yo era diferente porque no hablaba, no verbalizaba y parecía muy sumisa porque todo a lo que me mandaba yo lo hacía como podía.

El hecho es que recibía castigos severos sino lo hacía.


No conocí lo que es el respeto, solo el miedo, no sabía respetar y menos era respetada.

A esto le siguieron todo tipo de humillaciones, que yo no sabía que lo eran, porque me crié esperando amor, y esto fue lo que me enseñaron de él.


El amor para mí era: si sobra algo de mi comida comes, si te compro cascarilla de cacao para que lo hiervas con agua y con eso desayunes, sentite feliz, pero ni se te ocurra usar mi leche y mi nesquik que es mío.


Si de vez en cuando te compro una ropa, sentite agradecida, pero en tu pieza pongo otro placar porque con el grande que tengo en la mía, no me alcanza para guardar toda mi ropa.

Debajo de tu cama tiene que estar guardado mi cajón con mis zapatos, porque no tengo lugar en mi pieza así que te corresponde darme de tu poco espacio para ampliar el mío que tengo muchas más cosas.


Para abrir la heladera se pide permiso, para comer se pide permiso, para hacer mandados, van ustedes y piden fiado, háganlo anotar en la libreta, no compren golosinas de nada de más. Pues las veces que lo hicimos era como estar robando, porque la prohibición trae deseo.


No había amor, era abandono, llegaba a casa, de la escuela en el turno tarde, y ella no estaba, no dejaba la puerta abierta ni las llaves ,ni preparaba una merienda.


Esta situación, me obligaba a abrir una vieja ventana que se abría por palanca y por dentro, forzándola para poder entrar, pero no solo eso, yo tocaba con mi mano la pava que calentaba el agua para sus infusiones, y el agua estaba caliente; se había ido antes de que llegara..


Siempre le presté atención a los detalles y ha querido engañarme con los recuerdos y las horas y fechas, pero sé que no puede.


Lo malo de estar en la casa sola, no eran sólo los peligros a los que me exponía, sino que no volvía y se hacía de madrugada y no sabía qué hacer, qué comer, a qué hora dormirme, no había quién te arrope ni te desee buen descanso.


Siempre sufrí de insomnio, pero no lo sabía, solo pensaba no puedo dormir, y me mataba la preocupación por saber porque ella no estaba.

Para cuando aparecía, pretendía que la casa estuviera limpia y solo decía a grito:¿qué estuviste haciendo?, a ese regaño le agregaba violencia si la casa no estaba como ella suponía que un niño pequeño debía dejarla.


Se crece naturalizando esa forma de vivir, pero cuando iba a la escuela y veía a otros padres, me hacía ruido, me daba cuenta que no tenía la misma suerte. A mí no me peinaban, o me iban a buscar, no me llevaban al club de la otra cuadra a hacer deportes, a mí me llevaban a la maestra particular y allí me dejaban hasta que me venían a buscar, si venía.


Ella hace de cuenta de que no se acuerda de nada y aunque fue confrontada por mí a la edad adulta, por teléfono, todo lo negaba, pero bajo la presión decía cosas tan malvadas que terminaba exponiéndose a mis grabaciones de voz y sabía que tarde o temprano mostraría quien era.

Siempre me acordé de muchos detalles y lo sigo haciendo.


Lo que rescato es esa forma de criarnos, lo que traigo a la memoria, no como algo bueno, lo traigo como muestra de que como el niño/a se forma, como es conducido, "es como cree que se merece vivir".

Nada quita que lo aprendido se puede volver a desaprender, pero para cuando lo supe, seguía sufriendo.


Tuve una tía que de grande me contaba riéndose: “yo te decía vení que te peino y salías corriendo”, evidentemente, sensorialmente hablando no lo soportaría, y tampoco conocía esa atención., Solía salir a la calle despeinada y no lo sabía hasta que me lo decían mis primas cuando las visitaba antes de irme a la escuela y se ofrecían peinarme.


También recibía burlas por mi aspecto durante la educación primaria y dentro de mi casa, era sumamente delgada, no sabía que era anémica, pero si sabía que tomaba vitaminas. Me vestía mal, con ropa usada regalada que nos daba mi abuela paterna y solían decirme que tenía aspecto de vieja (rogaba en oración algún día vestirme bien y dejar de ser objeto de burlas).


La verdad es que la ropa no solo no me interesaría, sino que a duras penas teníamos algo para ponernos, pero a ella no le faltaba.


Notaba que, en la calle, era otra persona, se comportaba de otro modo con los de afuera, pero en mi casa era un monstruo que podía mostrar quien realmente era.

Sabía engañar muy bien a la gente, esto lo deduje de más grande, de chica todo me parecía que era normal, era normal ser así.


Como no me invitaban a sus cumpleaños mis compañeros de la primaria, no tenía otros parámetros y me tenía que conformar con que a nosotros no nos los festejaran y aún, el mismo día de tu cumpleaños se olvidaran y no te saluden.


Una vez al año, se compraba una torta y solo entre los seis, se celebraba. Eso era lo único que se hacían. Sin regalos y sin amor, sin invitados.

Eso es lo que un niño crece creyendo que se merece.


No era la situación económica el real problema, sino sus malas administraciones, sus gastos en cosas para ellos y en innecesarios, incluso mantenían mascotas que podían vivir mejor que nosotros como una caniche que comía arroz con carne picada y queso crema.


Al saber que yo era diferente, ella tomó una actitud de suma distancia conmigo, me rechazó, tenía la necesidad de usar la malicia, las malas palabras porque entre otras cosas me decía groserías, obscenidades y que yo era una amargada, vinagre, esqueleto y el nombre de personajes de tv que representaban personas despreciables y fracasadas.


Sumado a esto, yo no hablaba, no me comunicaba, no expresaba incluso que un día para ir al Dr. me pusieron los zapatos al revés y me dolían los pies, pero no dije nada y no prestaron atención.

El casi nunca estaba, cuando lo hacía, la casa tomaba otra forma porque ella actuaba diferente, como si fuera víctima de nosotros, no le hablaba bien de sus hijos y él decía: “tenés que matarlos a palos”.


Entre ellos nunca se llevaron bien. Los vimos tener peleas violentas, recuerdo que yo no lloraba en esas ocasiones, estaría arte de esas secuencias.

Una vez, solo atiné a meter en la pieza a mi hermana más chica para que no vea la terrible secuencia violenta entre ellos, y creo que siempre fui protectora a mi modo. Como no demostraba mis emociones, solo podía llorar mucho en oportunidades, fui considerada mala, eso escuchaba seguido.


Una vez él me dijo: “vos no querés a nadie” pero esa vez si conteste: “lamento que no lo creas”.

“Vivías amargada” y yo le dije: “quizá no tenía ningún motivo para sonreír”.


Era muy difícil confrontarlos y pretender que no sean violentos a consecuencia.

Si por algo respondía o parecía que contestaba, venía una seguidilla de todo tipo de golpes que no querrás leer.


Un día, vivíamos en Cañuelas y él era el Comisario del pueblo. Tenía ese día un evento, la celebración de la entrega de unidades, patrulleros nuevos que el gobernador Eduardo Duhalde venía a entregar.

Ella me había golpeado mucho, en la cara y la misma me quedó marcada. Cuando él me vio le dijo: “maquíllale la cara”. Tuve que asistir a ese acto todo tapada con maquillaje y tragándome la impotencia que se convertiría en odio porque "nadie parecía saber" y menos ayudar.


Siempre me acuerdo del Psiquiatra Boris Cyrulnick cuando al contar su vida tan traumática, relata que la gente no solo no le creían, sino que “se partían de risa”. Literalmente sigue habiendo personas que descreen lo que relato, se van, no quieren escuchar y no les importa, solo porque no saben qué hacer con la verdad o la verdad incómoda, porque implica no solo que tengo que creerte, sino que en algún punto soy responsable de la realidad que viven los que me rodean.

Lo llaman una negación cultural.


Escuche miles de veces: el pasado pisado, lo que pasó ya no importa, si te hicieron mal es porque hicieron lo que pudieron, ya no tiene sentido mirar para atrás y miles de cosas más.


Cuando quieren que te calles, no es necesariamente porque quieren resguardar tu corazón, es porque les hastía la verdad, les pesa el relato, dudan de que fue así, creen que te haces la víctima (como me lo han dicho) pero para el psiquiatra Boris, que te hagan callar, sólo ahonda el dolor y el trauma.


David decía en sus salmos: “mientras callé, se envejecieron mis huesos”

Se siente morir, cada día una persona que lucha sin saber bien porqué, que no sabe su condición, que ellos lo sabían y decidieron no hacer nada al respecto, cometieron toda clase de negligencias y de esto también se debe hablar.


El Autismo u otra discapacidad, no es una" problemática", no es:” este es un monstruo y no sabemos qué hacer con él”, la tan escuchada frase que él decía “inútil”.


Es bien sabido que sucedió y sucede que padres dan en adopción o abandonan a hijos que no nacen “perfectos”, mostrables o acorde a lo que ellos esperaban.

La mentalidad capitalista contribuye a esto.

Nos enseñan desde las más altas esferas, que siempre hay un dominante y uno es el que está debajo, no se debe cuestionar y se debe acatar a la vida como te la dan, y si no te gusta, solo lo reemplazas al igual que un objeto, o un aparato electrónico.


Yo quise confrontar la burla y me fue mal.

Ella tenía en su habitación, cencerros, esos como campanas que suenan fuertes.

Con eso nos llamaba, cada que sonaba la campanita, había que ir a su habitación y ver que necesitaba y llevárselo.

Me revelé muchas veces ante ese llamado porque estaba creciendo, conociendo otras realidades y ya me estaba dando cuenta que eso no era real, que no pasaba en cada casa y que me tenía esclavizada.

Fui su sirvienta, su esclava por muchos años.


No le alcanzó con este sistema de humillación, que se buscó otro instrumento, un timbre detrás de su cama y con una perilla, que hacía sonar para que, al escucharlo, a la distancia que no existía porque la casa no era grande, me trate como un sirviente inútil que sólo para eso está y para que fuera cuando ella quisiera.


Hubo un día de visita, de esas que preferían no ver y no tener que hacerse cargo,

Le decía mira esto: "pero yo no fui".


Cada vez que desataba su psicopatía, me tenía que escapar a una plaza, lloraba, oraba a Dios y le rogaba que definitivamente me sacara de ese infierno.


No tuve tiempo de ser niña...

Pero llegó el día, ese día me molió a palos, piñas, patadas, me tiró con una máquina de coser con el estuche puesto sobre las piernas y al correr, logro alcanzarme y tirarme de los pelos, arrastrándome 15 escalones de la escalera que te lleva a planta baja. Salió una vecina y eso me ayudó a escaparme, allí me gritó,” andate y no vuelvas nunca más”.


Al día de hoy, le conviene decir que yo me fui, pero tengo una testigo y más, tengo a Dios como testigo de TODO de que ella me echó a la calle, de madrugada...

.

Me juré no volver a vivir nunca más con ella y así fue.

Lo que viene no es nada fácil, pues yo era menor de edad, pero solo lo podrán leer, aquellos que no solo crean, sino que estén dispuestos a saber que en este mundo está lleno de maldad, gente que odia a sus hijos, odia haberlos tenido, detesta su realidad, no se aman a sí mismos por ende no aman a nadie y aunque sus vidas puedan no haber sido buenas, siempre se puede pedir ayuda e intentar mejorar, pero decidieron no hacerlo.


Cuando vi la película “Capernaúm”, me desgarró el alma porque yo no estoy levantando una bandera a favor del aborto, solo sé que hay personas que no deberían tener hijos y aunque hemos nacido de ellos, Dios no me ha abandonado.



Con todo lo vivido, y encima de haber descubierto por mí misma mi condición, (e ir a terapeutas a confirmarlo) de haber investigado tanto, llorado tanto y buscar respuestas que aún me niegan los que ni saben del tema, merezco tomarme cada día en paz.


No podré hoy ser todo lo que se supone que sea, no podré hoy, enfrentar todo lo que se quiera, no pondré hoy ni la cara ni los resultados deseados, pero puedo llorar y escribir y queda a criterio del lector, decidir si creer o no, pero mi mayor testigo, es el que me abrió las puertas necesarias para salir adelante en otras etapas de mi vida y ese que todo lo vio y ve,m es Dios mismo. Si me cree y

me ama.



Por eso oro a Dios, él sí me cucha y no necesito verlo para saber que está ahí, lo vi obrando dándome libertad cuando fue el momento de salir a la calle y que nadie me viole o mate, pues si me hubiera escapado en esas circunstancias siendo niña y tras la responsabilidad civil que ello conllevaba, nadie me hubiera socorrido, de hecho hubo una familia que mucho antes casi lo intenta pero desistió, por lo que fuera que fuese, pero más adelante si hubo alguien que con osadía si se atrevió y me llevaron a su casa.


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Hay un antes y un después en la vida de alguien como yo, cuando en el camino aparece alguien que dice: "yo no me espanto"," yo no abandono" y eso que no fueron perfectos, pero en su imperfección Dios actuó.


Duermo cuando puedo, hago lo que puedo o que está a mi alcance y muchas veces hago de más, pero hoy priorizo mi salud mental.


Hasta aquí he llegado, no para volver atrás, pero, si alguien me lee, tiene que saber que deseo avanzar y ser feliz, pero no con los parámetros de los demás.


Lo que me hace feliz a mí, a otro le parece vano, pero si puedo estar sentada tranquila mirando el cielo y con esta libertad que me da hoy saberme una autista, déjenme así porque costó mucho llegar hasta acá.


 
 
 

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